El universo es un lugar complejo y maravilloso, repleto de galaxias y de estructuras de mayor escala, que ha evolucionado durante los 13.700 millones de años que tiene su historia. Dichas estructuras comenzaron como pequeñas perturbaciones de la materia que crecieron con el tiempo como ondas en un estanque, a medida que el universo se expandía. Observando las arrugas cósmicas de gran escala podemos saber de las condiciones tempranas del universo. Pero ¿Es este el mejor momento para observarlo o tendremos mejor información dentro de miles de millones de años en el futuro, o quizás las tuvimos en el pasado?
Los cálculos realizados por Abaham Loeb de la Universidad de Harvard, muestran que el momento ideal para estudiar el cosmos fue hace más de 13.000 millones de años, justo unos 500 millones de años después del Big Bang, Cuanto más nos desplacemos hacia el futuro desde ese momento, más información perderemos acerca del universo temprano.
Los cálculos realizados por Abaham Loeb de la Universidad de Harvard, muestran que el momento ideal para estudiar el cosmos fue hace más de 13.000 millones de años, justo unos 500 millones de años después del Big Bang, Cuanto más nos desplacemos hacia el futuro desde ese momento, más información perderemos acerca del universo temprano.
El mejor momento para observar el cosmos viene definido por dos procesos antagónicos. En el joven universo el horizonte cósmico está más cercano por lo que se puede ver menos espacio. A medida que el universo envejece, se puede ver más de él porque ha habido más tiempo para que llegue la luz desde las regiones más lejanas. Sin embargo, en el universo más viejo y evolucionado, la materia colapsa formando objetos con sujeción gravitacional. Esto “enturbia las aguas” del estanque cósmico, ya que se pierde información de las condiciones iniciales de las pequeñas escalas. Los dos efectos son antagónicos, el primero mejora a medida que el segundo empeora.
Loeb, tras cuestionarse cuándo se dieron las condiciones óptimas para la observación, ha averiguado que este momento se dio 500 millones de años después del Big Bang.
Esta fue también la era en la que empezaron a formarse las primeras estrellas y las primeras galaxias. Esta coincidencia no es azarosa, ya que la información del universo temprano se pierde cuando se forman las primeras galaxias. El mejor momento para observar las perturbaciones cósmicas es justo cuando empiezan a formarse las primeras estrellas.
Pero no es demasiado tarde. Los observadores modernos todavía pueden acceder a esta era naciente investigando las emisiones de radio de 21 cm del hidrógeno de aquella época temprana. A estas ondas de radio les ha llevado más de 13.000 millones de años llegar hasta nosotros, de manera que todavía podemos ver el aspecto que tenía entonces el universo.
La aceleración en la expansión de universo oscurece la imagen para los futuros cosmólogos. Dado que la expansión de universo se acelera, las galaxias se desplazarán más allá de nuestro horizonte. La luz que surja de esas galaxias lejanas nunca alcanzará la Tierra en el futuro. Además, la escala de las estructuras no sujetas gravitacionalmente está creciendo cada vez más. Llegará un momento en que también sobrepasen el horizonte. En algún momento entre 10 y 100 veces la edad del universo actual, los cosmólogos ya no podrán observarlas.
Esta investigación ha sido publicada en el Journal of Cosmology and Astroparticle Physics (JCAP) y está disponible online.
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