Treinta y cuatro años después de su lanzamiento, las sondas Voyager 1 y 2 singuen proporcionando información muy importante, según informa la NASA. Tras haber recorrido ya más de 14.000 millones de kilómetros, se encuentran en los límites del sistema solar donde las condiciones no parecen ser tan estables y calmadas como se creía. Los datos que nos envían sugieren que el borde del sistema solar está lleno de actividad, con muchas burbujas magnéticas. Las burbujas se producirían cuando el campo magnético que emite nuestro Sol se “desordena”, separando las líneas para formar burbujas desconectadas.
Estas burbujas parecen tener un tamaño de 160 millones de kilómetros cada una por lo que las sondas tardan semanas en atravesarla. La Voyager 1 llegó a esta zona en 2007 y la Voyager 2 un año más tarde. A los científicos les ha costado mucho tiempo encontrar sentido a los datos que enviaban las sondas.
El tamaño de las burbujas parece ser de unos 160 millones de kilómetros, un poco más de una unidad astronómica que representa la distancia media entre la Tierra y el Sol. Crédito de la imagen: science@nasa.
“En la medida en que el Sol gira sobre sí mismo, su campo magnético se arruga como la falda de una bailarina. Muy lejos del Sol, donde se encuentran las dos sondas Voyager, los pliegues de la falda se enrollan”, explica Merav Opher, astrónomo de la Universidad de Boston.
Cuando los campos magnéticos se deforman en exceso alcanzan un punto en el que las líneas magnéticas se entrecruzan y reconectan formando una especie de espuma de burbujas de un tamaño descomunal.
Esta imagen ilustra la visión que se tenía de los límites del Sistema Solar y la que se tiene con los nuevos datos. Las líneas rojas y azules representan las línas de campo mágnetico. Crédito de la imagen: sicence@nasa.
Estos hallazgos son de una gran relevancia para los científicos en muchos sentidos pero especialmente en el caso de los rayos cósmicos. Los rayos cósmicos son partículas subatómicas aceleradas casi hasta la velocidad de la luz por agujeros negros distantes o por explosiones de supernovas. Estos proyectiles microscópicos tienen que pugnar contra el campo magnético del Sol para poder alcanzar las zonas interiores del sistema donde se encuentra nuestro planeta. Por lo tanto esta “espuma” de burbujas supondría nuestra primera línea de defensa para protegernos de ellos.
Créditos:
Noticia original: http://science1.nasa.gov/science-news/science-at-nasa/2011/09jun_bigsurprise/
Traducción y edición: Jesús Canive
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